Re(s)pública ecuatoriana o reflexiones en el transporte público
En Ecuador abrazamos la hecatombe como un destino absoluto durante casi una década. Esto, producto no solo de nuestra apatía y amnesia política e histórica sino de la miseria espiritual en la que hemos caído a causa de la desensibilización mediática, las mentiras gubernamentales y particularmente por la ficción de vida que pueden crear las redes sociales, ajustadas a cualquiera de nuestras mentiras, sesgos intelectuales y anonimato de perversiones.
Ni el aumento indiscriminado de los índices de violencia, las extorsiones, las ejecuciones extrajudiciales, los crímenes de estado, los cortes de energía –y la contaminación que ocasionaron–, el colapso de la salud, el abandono de la educación, el irrespeto a la diplomacia hacia países como México o Colombia (quienes nos venden electricidad), la cobardía por no rechazar el genocidio palestino, la nula conciencia medioambiental expresada en derrames petroleros y minería depredadora, los despidos masivos, las muertes por tuberculosis y hambre en las cárceles, el ser uno de los peores países del mundo para la clase trabajadora y el cuarto con mayor deuda con el FMI –de quienes nos hemos transformado en sus títeres–…y un sin número de acciones que han transformado nuestro sentir político en una analgesia congénita, no han provocado un remesón de conciencia colectiva. ¿Qué podrá hacerlo? ¿Cuánta muerte, dolor y sufrimiento debemos experimentar para despertar? ¿O es que atravesamos un coma político definitivo?
La iniquidad propia de las políticas actuales –expresadas a nivel nacional e internacional– y la banalidad de quienes las apoyan deben ser motivos suficientes para sumarnos a las reflexiones y al debate; estas no son territorio exclusivo de pseudo-sapientes o “gente preparada” sino de todos: desde el albañil al académico, de la maestra de escuela pública como de la de educación privada, de los desempleados y de los universitarios, de los pescadores y de los ingenieros, de las trabajadoras remuneradas del hogar y de las empresarias: de todos quienes queremos paz en este infierno patriarcal, kakistocrático, tecnofeudal y necroliberal.
No estamos experimentando galimatías políticos en la discursividad oficial sino la más cínica y obscena de las desconsideraciones. Nos enfrentamos a la supresión de derechos por decreto, de plumazos fmiístas que dictan lo que se hace o se deja de hacer en materia económica: nos encontramos frente a la pérdida absoluta de la soberanía nacional para satisfacer los caprichos de la élite mafiosa. ¿Cómo fue que delegamos nuestras vidas en manos de quienes seguramente hablan con desprecio de nosotros y que odian tanto nuestra cultura y nuestra biodiversidad como para eliminarlas? ¿Acaso somos tan ingenuos como para caer en las trampas de la performatividad pituca de asambleístas y del Ejecutivo? Ellos no viven en Ecuador: viven en una ficción de país creada por su mediocridad, por su testaruda estupidez y por su egolatría, y viven muy bien.
Solo hay que pensar en lo siguiente para entender que las políticas encabezadas por el gobierno actual únicamente benefician a la plutocracia nacional: en un solo fin de semana, y gracias a la exención de multas y recargos e intereses de la aprobada Ley de Integridad Pública, Exportadora Bananera Noboa dejó de ser la empresa más deudora con el SRI: pasaron de deber cerca de $92 millones a $21 millones.
El cartón sonríe. El país se jode.
Sebastián Vera