noviembre 21, 2024
OpiniónPortadaSebastián Vera

Memecracia ecuatoriana

Las formas y maneras de acceder a la política ecuatoriana en la actualidad se han transformado. Durante el gobierno de Daniel Noboa (aunque ya lo hemos experimentado en otras campañas presidenciales y de autoridades locales), las redes sociales se han convertido en medios importantísimos para que el accionar gubernamental y de sus círculos cercanos sean receptados. Su objetivo es producir en nuestros sentidos construcciones de la realidad social que van desde lo patético a lo descarado, pasando por posverdades hasta lo ridículo. 

Llamo memecracia ecuatoriana a los discursos de las altas esferas políticas nacionales en los que, a manera de influencers, crean narrativas en donde todo tiene la potencialidad de convertirse en un meme y que, en su reproducción inmediata y debido a la circulación acelerada en redes sociales, cuesta entender el trasfondo de determinados acontecimientos, hechos o eventos que los rodean provocando la distorsión de todo aquello que signifique lo político y la política en Ecuador. La memecracia es un remix discursivo reiterado que aleja la verdad en tiempo y espacio.

Tomaré como ejemplo lo sucedido en la comuna de Olón, provincia de Santa Elena, y cómo los diferentes acontecimientos se reinterpretan y se adaptan, no por su suceso central –la destrucción de áreas biodiversas, y la vida de quienes habitan en las mismas, a favor de conglomerados empresariales directamente vinculados con actores políticos del gobierno de turno– sino por aquello que genere manipulaciones e intervenciones del sentido original del hecho para vaciar de significado a través de la viralización y la reinterpretación. Tanto Lavinia Valbonesi, Daniel Noboa, Mónica Palencia y la cartera de Gobierno, son influencers que quieren parecer políticos.

El papel de diversos medios de comunicación y periodistas –los cuales no nombraré por la suficiente vergüenza que debe impulsarlos para realizar propaganda gubernamental a diestra y siniestra– en la construcción de la opinión pública dista sobremanera de la misión real que cumple el gremio periodístico de denunciar al poder, sea quien sea. Ellos también se convierten en influencers so pretexto de ser figuras públicas, necesitados de llamar la atención (a como dé lugar) para “no perder el vínculo con sus audiencias”. Esta crisis pone en juego, no solo las formas de pensar sino las maneras de realizar comunicación.

De continuar el país al mando de influencers (sin desmerecer a creadores de contenido y sus audiencias como resultado del entorno de las redes sociales), “políticos” que no entiendan la importancia de la gestión pública, de “funcionarios” incompetentes e ineficientes, Ecuador será la consecuencia devastadora de la distribución de recursos a favor de irresponsables corruptos sin principios que, por unos likes o shares, transformen nuestra cultura en narcisismo, ignorancia y mediocridad que, gracias a la meritocracia vacua, se vuelven baluartes del retroceso progresivo del país.

 

Por Sebastián Vera

 

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