Flores Amarillas
El 21 de marzo le damos la bienvenida a la primavera. Y siendo yo una hija no reconocida de Floricienta con acceso a internet, era obvio que me iba a dejar contagiar de la fiebre de las redes sociales más centennials en las que hoy (sí o sí) el amor se demuestra con un ramo de flores amarillas. Sí, como la canción de la novela argentina.
Esto a pesar de que vivo en plena mitad del mundo, donde el cambio de estación consiste esencialmente en pasar de quejarnos del frío del carajo, al calor de mierda. Cosa que en este país amazónico puede suceder el mismo día.
Con la canción en loop desde las 9 am y sentada frente a mi computadora, pronto me azotó la realidad: hace poco más de un mes, el hombre que llegaba con las flores sin otro motivo más que el ser detallista, salió de mi vida y no en las mejores circunstancias. Y más allá de los detalles que nos llevaron a terminar el vínculo, están las ausencias que se hacen evidentes en los momentos menos esperados.
Alguien esta mañana decía en Twitter que el haber amado nos deja una herida punzante que duele más cuando reconocemos en nosotros mismos los gestos y frases de la otra persona. “Estamos llenos de quienes hemos amado”, decía el tuit.
Entonces, entre la certeza de que hoy no habría flores que den la bienvenida a la primavera y la era del I can buy myself flowers, está el dolor del duelo no transitado y el miedo de no saber cómo afrontar lo que ya no está, lo que ya no es. Está el cómo nos enfrentamos a nosotros mismos, que ya no somos totalmente nosotros, sino retazos de decenas de amores que no fueron y el terror de no saber cómo nos parchamos el amor.
La idea de voltear página no basta porque las expectativas no mueren tan fácil. No se le puede obligar al corazón a no latir, ni existe un botón en el cerebro que podamos presionar para evitar pensar escenarios que nos colocan de nuevo frente a quien se amó, para una última oportunidad de que nos elija y eso duele. Así como duele el silencio que elegimos muchas de nosotras, pues a ratos parece anticuada la idea de que el amor te golpee y, en lugar de facturar, tengamos la ilusión puesta en el muchacho ficticio de la canción que sabía que debía volver a buscarla con las flores amarillas.
El amor y el dolor son fuerzas que coexisten dentro de nosotros. Muchos caminamos sosteniendo nuestros pedazos como podemos, con la ilusión de volver a amar y el miedo de volver a ser heridos. Porque somos humanos y la única certeza que tenemos desde el día en que nacemos es que todo y todos a nuestro alrededor tienen la posibilidad de lastimarnos, pero que eso no evite sentir, vivir y amar porque a veces es todo lo que nos queda.
Por: Dani Mora – @DaniMSantaruz