La última entrevista de Mario Vargas Llosa
El último monstruo sagrado, entre los hombres del conocido como boom latinoamericano, ha muerto. Sagrado por la eternidad que lo acompañará en los cientos de miles de palabras que escribió y pronunció en sus 89 años de vida y que millones alrededor del mundo hacen y harán suyas, desde el trauma paterno que lo encaminó a la literatura hasta su último ensayo inacabado sobre Jean Paul Sartre, filósofo francés querido y abjurado por el peruano con nacionalidad española y dominicana.
Monstruoso por su evolución en el pensamiento político que lo llevó de la militancia de izquierda en su juventud contra el régimen de Manuel Odría –militar de derecha de quien más tarde escribiría en su novela Conversación en la Catedral– y a admirar a la Revolución Cubana, hasta su renuncia al socialismo con el caso del poeta cubano Heberto Padillas para pasar a entablar amistad e ideas con personajes deleznables de la política mundial como Guillermo Lasso o Jair Bolsonaro ya cuando en el ocaso de su vida se aferraba a la política como la última ficción que podía escribir.
Tuve la oportunidad de conversar en el limbo con el Nobel liberal por gracia de Dante, Flaubert y Faulkner, quienes me otorgaron solo unos pocos minutos con el alma del escribidor. Para mi fortuna, los escritores pactaron que, en el sueño –al ser un hermano de la muerte– podríamos conversar momentáneamente.
Esta entrevista ocurrió en la madrugada del lunes 14 de abril de 2025, en el sueño profundo de la resaca electoral. Para mi sorpresa, no me encontré con el Vargas Llosa viejo sino con uno al que le fue otorgado nuevamente su cuerpo juvenil con el que publicó su primera gran novela y alcanzó la fama internacional antes de cumplir los 30 años. De espaldas, en un gran salón rojo, Vargas Llosa me esperaba sentado en un antiguo sillón francés de acabados blancos y dorados. Fumaba y, con un ademán de la mano en la que sostenía el cigarrillo, señaló otro sillón que se encontraba a su diestra para iniciar la entrevista. Solo una pequeña mesa con un cenicero transparente nos separaba.
Al acercarme, noté su vestimenta: un traje negro impecable con chaqueta de dos botones, camisa blanca y corbata negra. Su cabello engominado brillaba junto a su bigote recortado que le daba un aire bohemio y de flâneur. No podía engañarme con esa imagen otorgada por la providencia y el ensueño: estaba frente a casi 9 décadas de historia.
- ¿Conversará con Gabo, Maestro?
- Quizás…aún hay cuentas pendientes para rendir en esta eternidad o lo que sea que pueda ser. Solo nos separan 4 días de muerte, así que veamos qué pasa.
- ¿Y la eternidad es liberal?
- Es libertad, que al menos ya es algo.
- ¿Por qué tener sus archivos en Princeton y no en el Perú?
- ¿Bromeas? Qué mejor lugar para la memoria que sus bóvedas. El Perú además es una enfermedad incurable.
- ¿Resentimiento político quizás?
- ¿Por qué lo dices?
- Al no haberlo podido gobernar perdiendo frente al asesino de Fujimori, aunque después defendió a su familia en la figura de su hija Keiko, pese a que antes los criticaba férreamente.
- Los peruanos no me apoyaron, fin de la historia. Además, desde España todavía continuaba pendiente de lo que ocurría en el país y el mundo. El “cáncer terminal” era el mal menor frente a Pedro Castillo. Al menos en la literatura tenemos el privilegio de elegir lo mejor. En política, eso no es posible. La mayor parte de las veces elegimos lo menos malo.
- En mi país acaba de ganar la Segunda Vuelta electoral el candidato-presidente de la derecha, Daniel Noboa, hijo de la oligarquía y la plutocracia ecuatorianas. Muchos en Ecuador creen que es el mal menor frente al modelo de izquierda que impulsó la Revolución Ciudadana del ex presidente Rafael Correa, a quien usted llamó populista.
- El populismo utiliza diferentes máscaras y no es más que la política irresponsable y demagógica de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero. Puede hacerlo con el izquierdismo en el Tercer Mundo y con el derechismo en el primero.
- Como Trump en EEUU.
- Ese impresentable…Por suerte sus instituciones le dan una batalla admirable.
- De las cuales también pretende desconocer. Algo parecido a lo que ocurre en mi país con Daniel Noboa.
- Frente a la novedad, al cambio, existe la ilusión de una comunidad cerrada que jamás existió. El regreso del nacionalismo como la llamada de la tribu. Ese espejismo le da origen a los totalitarismos y a los populismos.
- Quienes simpatizan con la derecha en Ecuador no estarían muy felices de escuchar eso.
- Quienes están en la izquierda también deberían entenderlo de esa manera. Se convierte en dogma y sectarismo. Como periodista deberías saberlo.
- ¿Saber qué?
- Las enseñanzas que te ofrece el ver la realidad desde su complejidad, su violencia.
- Pues son esas mismas enseñanzas a las que muchos prefieren ignorar o desaparecer.
- Es parte de las contradicciones en las que existimos. Son esas paradojas a las que nos enfrentamos todos los días y las que deben ser construidas como compromisos sociales.
- ¿Eso se lo dice su parte liberal o neoliberal?
- Creo en el liberalismo como una idea de progreso para todos, que se adapta a las circunstancias y se transforma en nombre del pragmatismo. Además, es flexible: lucha para que la libertad sea el motor del desarrollo social, político y económico.
- ¿A costa de qué? Lo que propone, según el mismo Adam Smith a quien usted leyó, se consigue a costa de sacrificar ciertos principios para que se adapten a la realidad. Hoy, por la idea de la libertad, cualquier estupidez parece aceptable como motor de un supuesto progreso que no es más que un regreso a los autoritarismos y populismos que usted mismo mencionó.
- Esa idea de progreso que te propongo es flexible tanto para la izquierda con la social democracia como con la derecha y su conservadurismo.
- ¿Cosa de discursos?
- Así es. Hay que saber llegar al gran público, comunicar un discurso accesible. La cultura es algo que debe llegar al público. Entender los tiempos y saber cómo comunicar las ideas.
- Dijo en el 2000 que el poder es el que saca al monstruo. Me gustaría preguntarle, para finalizar nuestra entrevista, si el poder que obtuvo de la fama, de la cultura occidental –pues la misma María Rostworowski afirmó que usted nunca entendió el mundo andino sino de una manera superficial y su tocayo, Benedetti, dijo que es mejor leerlo que escucharlo– lo convirtió en una amenaza, tal y como lo señalaron un grupo de intelectuales franceses cuando se convirtió en el primer latinoamericano en ser parte de la Academia Francesa de la Lengua.
- (Risas) Te dedico mi silencio.
El presente texto forma parte de una “falsa entrevista” o “entrevista imaginaria”, género periodístico en el que se mezclan datos contrastados y testimonios fiables de un personaje que por determinadas razones no puede ser encontrado para el diálogo de la reportería. Reconozco que para varios puristas de la comunicación y del periodismo esto pueda resultar ser una afrenta al oficio, pero basta recordar que existen algunas personas en nuestro gremio que han convertido a las falsas entrevistas en una práctica común, retratos de propaganda vil y servil, pasando como adalides de la libertad de prensa, y no han sido recriminados de ninguna forma sino más bien, admirados.
Para aquellos periodistas, en palabras de Abraham Valdelomar, periodista y poeta peruano, en su conocida entrevista imaginaria al Señor de los Milagros, les digo que, en el Ecuador, “el reportaje, lo mismo que el alcohol y el código de justicia militar, no han servido de uso sino de abuso”.