Ni de izquierdas ni de derechas
Los ejes políticos que rigen el mundo son cada vez más complejos. Es una realidad, pero es impensable deshacerse de ellos. Todos los seres humanos, en algún momento de nuestras vidas, adquirimos una postura política. No es una cuestión de la que podemos prescindir, menos todavía durante una campaña presidencial. Una de las dicotomías más importantes del espectro político es la de «izquierdas» y «derechas», corrientes y/o sistemas condicionados por factores económicos, sociales, culturales, religiosos, etc.
Un candidato presidencial que dice no ser de derecha ni de izquierda y tampoco explica su posición ideológica, es un fraude en sí mismo, pone en tela de duda sus conocimientos más primarios sobre gestión pública, revela su falta de formación y principios. No identificarse con corrientes ideológicas está bien, quizás, cuando se tiene 13 años, pero estamos hablando de aspirantes a dignidades estatales. La ideología política es parte ineludible del debate público.
También es verdad que las convicciones políticas han variado. En el siglo pasado eran incuestionables, pero hoy, debido a innumerables fenómenos sociales, estas convicciones se han desdibujado. Zygmunt Bauman tenía interesantes teorías acerca de esto, sobre todo en sus análisis de la «modernidad líquida», una sociedad en la que casi todo ha perdido su forma original. Aplicado a la ideología política, la izquierda y la derecha clásicas se desintegran, pierden consistencia, pero esto no quiere decir que estemos viviendo el fin del espectro político, sino su transformación. Transformación, no extinción.
Los candidatos a la presidencia del Ecuador tienen la obligación particular de presentar con argumentos su ubicación en el plano cartesiano del espectro político, considerando los paradigmas sociológicos, tales como el cambio de las relaciones sociales, los hábitos de consumo o los conflictos de identidad. Aun si estas fichas «nuevas» no se consideran políticos –lo cual es ya bastante ridículo– estas personas deberían al menos explicar el porqué de sus posturas supuestamente neutrales. Sin embargo, están lejos de hacerse entender. Con un simple guion nos dicen que son expertos en todo y en nada, no argumentan, titubean, repiten frases de internet intentando parecer interesantes cuando lo único que ponen en evidencia es su falta de seriedad, la nula perspectiva de gobierno y la incapacidad para sostener teóricamente sus propuestas de cambio.
Tampoco se trata de ponernos etiquetas; ya sabemos que la amplia gama de posiciones políticas hace difícil la tarea. Pero, ¿no es trascendental, por ejemplo, saber cuál es el pensamiento económico de un candidato a presidente?, ¿cómo pretende administrar los bienes de producción un líder que no es de izquierdas ni de derechas? Me sobra curiosidad para comprender cómo gestiona dicotomías del tipo estatismo/individualismo una persona sin criterio histórico y político.
Lamentablemente, alguien les hizo creer a muchos candidatos, que manejar un Estado sumido en crisis es como una partida de Call Of Duty, aunque la situación del Ecuador sea mucho más compleja y requiera de un plan más digno que solo darle bala a la gente «mala». La ideología de un político condiciona los elementos más vitales de una sociedad: educación, salud, jubilación, medio ambiente, derechos laborales, etc.
Un esquema de valores claros es la fórmula que nos permite a los ecuatorianos confiar en un proyecto. Yo no le puedo decir por quién debe votar en las elecciones anticipadas de 2023, pero cuando escuche a un candidato decir que no es político, que no es de izquierda ni de derecha, tenga la plena seguridad de que ese candidato no merece ni siquiera su atención, menos aún el voto.
Por Andrea Palma – @andreapalmaec