julio 9, 2024
Dani MoraOpiniónPortada

Puta yo, putas todas

“Maldita puta cobarde”

Hace algunas semanas, sentada en un taller de mujeres y política, escuchaba el testimonio de una reconocida periodista ecuatoriana que fue invitada para compartir su experiencia al haber sido objetivo de ataques digitales. Entre otras cosas, la habían tildado de “puta” y contaba las afectaciones personales y profesionales que tuvo a raíz de esto.

En 2023, en varias mesas de trabajo a nivel nacional con mujeres de distintos espacios, la historia fue la misma: puta la lideresa comunitaria, puta la concejala, puta la activista, puta la feminista, puta la que dice que sí y la que dice que no; puta tu madre y puta la mía. Hace un par de días yo, la “maldita puta cobarde”.

Pero ¿qué es ser puta?

En 2015, Carla Cevallos, entonces concejala de Quito, lideró y promovió una campaña contra los femicidios que desató una polémica no menor. En cuatro vallas gigantes colocadas en la capital podía leerse: “Si puta es ser libre y dueña de mi cuerpo, soy puta… ¿y qué?”. Las vallas no duraron mucho tiempo pues la hipocresía le gana la batalla a la tolerancia social cuando el tamaño de las letras se hace difícil de ocultar.

En redes como Twitter (sí, siempre Twitter) parece no causar tanto problema. Basta una cuenta anónima para que cualquiera, todas, pasemos a convertirnos en una, porque “puta” dejó de ser aquella mujer que tiene la moral sexual de un hombre promedio. «Puta» se convirtió en el apelativo favorito para calificar a cualquiera que dice, apoya, trabaja o tiene la osadía de existir fuera de los arbitrarios límites de los machitos osados y violentos. Y es que el problema no se limita a la palabra, ni siquiera pasa por un tema de reivindicación como se pretendió en el 2015, sino a que los espacios en los que existimos, trabajamos, vivimos, aprendemos, compartimos, disfrutamos se van haciendo cada vez más pequeños y, la expectativa de vivir sin ser ridiculizada, humillada, deshumanizada se vuelve compleja.

Desde la feminización de los insultos, el uso de los elementos considerados femeninos para humillar; las mujeres somos objetivos particularmente frecuentes del odio, la violencia y la misoginia. Es muy fácil encontrar imágenes que nos retraten como estúpidas, poco confiables que van de la mano con comunidades o identidades colectivas abiertamente violentas y misóginas que intentan posicionar el discurso de que las mujeres somos apenas humanas o que estamos en una posición inferior, haciendo que cualquiera que salga de sus parámetros objeto de ataques, insultos y humillación.

Puta como discurso de odio potenciado por las redes sociales.  Puta como insulto potencialmente femicida. Puta como un intento de silenciar y obstruir espacios de participación y opinión. Puta que debería estar de rodillas haciendo una felación. Puta por una foto, por un lazo, por tener amigos. Puta hasta que el hostigamiento y el acoso te saquen de los espacios que dicen, no deberías ocupar, puta como un recurso de poder que nosotras no podemos reivindicar.

Volviendo a la periodista, casi al final de su intervención ella dijo: “El prestigio de una mujer se basa en su pureza”, pero, dependiendo de la época, la pureza ha mutado desde la piel blanca, el vestido blanco, el velo, la sábana manchada de sangre después de la primera noche de sexo bendecido por dios. La que no tentó a Adán, la que se quedó embarazada por el espíritu santo, la que no menstrúa, la de clase alta, la que se casa con un noble, la que no camina con una letra escarlata en su pecho, entonces no, no se trata de prestigio ni de pureza.

Parece más bien una cuenta regresiva hacia la “putización” de nuestra existencia. Desde que nacemos hasta la primera opinión, el primer crop top, el primer si o el primer no. Se trata de que nuestro mundo se sigue achicando, nos vamos callando, desapareciendo, existiendo apenas respirando para no incomodar, sonriendo y bajando el tono y la cabeza.

Finalmente, me disculpo con quienes al terminar este texto no van a encontrar una llamada a la acción, a la resiliencia y a la reivindicación. Debemos tomarnos un tiempo para transitar también las emociones negativas. No salimos en pie de todas las lapidaciones.

Un abrazo a todas las que entienden esta sensación.

 

Por: Dani Mora – @DaniMSantacruz

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