Salud mental trans: Dignificar el Yo
Los murmullos del auditorio resuenan igual que los pasos de las hormigas por la selva. Recorren cada espacio del recinto mientras Omaïra Meseguer, psicoanalista y miembro de La Escuela de la Causa Freudiana de Francia, lee las características del monstruo que se presentará frente a sus colegas y que se encuentra a su diestra. De los arreglos florales a manera de jungla, camina hacia la tribuna psicoanalítica un cuerpo frankestein, doble ejemplo de procreación, híbrido del fuego queer, materia viva de los estados fronterizos y ambiguos.
Paul B. Preciado, aquel 17 de noviembre de 2016, sería abucheado –y aplaudido de igual manera– por poner a consideración la transformación de la epistemología sexual y de género. Trans-formación que en el presente trabajo se abordará desde la salud mental y los entresijos del vivir queer.
Producir discursos y formas de conocimiento sobre uno mismo, implica reconocer aquello que nos convierte en seres intrínsecamente incompletos. Esto es reflejo de lo continuo y cambiante que ofrece a nuestras existencias y sus lenguajes temblorosos y performativos, transicionar entre rituales sociales para desestabilizar eso a lo que llamamos “verdad” junto a sus representaciones y mecanismos de producción.
El campo de la salud mental, hablando específicamente de la ciudad de Quito, es un espacio en el que las reinvenciones de ciencia y teoría pueden dar sentido a las experiencias sociales y políticas, de manera que cuestionemos nuestros posicionamientos identitarios y culturales.
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Llamar al 101 opción 9 por la teleconsulta gratuita en salud mental no funcionó a falta de saldo en el celular. Seguramente muchos pasan por lo mismo: sin plan de datos, a punta de recargas para el servicio prepago. Me piden el número de una tarjeta de crédito que no tengo para recargar saldo y poder realizar la llamada.
Una barrera comunicacional se hizo presente para poder acceder a un servicio de salud, quizás como con todos los otros servicios de salud públicos en el país. Así deben sentirse cientos de miles de personas que buscan aliviar sus síntomas o malestares: en el limbo del beep intermitente de una llamada en espera, caída.
Los anuncios sobre las teleconsultas gratuitas en salud mental se encuentran, en su mayoría, en las estaciones del Metro de la ciudad. También en unidades de la Ecovía con la campaña “Lo loco es hacerse el loco”, juego de palabras del argot quiteño para decir: “Lo preocupante es fingir, simular”. ¿Alguien dentro de las estaciones, donde no existe señal telefónica, accedió al servicio alguna vez? ¿Quienes han visto el recorrido de una unidad del Ecovía se fijaron en la campaña? ¿Sabrán que algunos anuncios no coinciden con el nuevo horario extendido de llamadas hasta las 20h00 (solo de lunes a viernes aunque, en una llamada hecha, me dijeron hasta las 19h20)? ¿Qué ocurrirá con quienes, durante las noches o madrugadas, no tienen a quién más acudir?
Pablo Analuisa, Jefe de la Unidad de Prevención Integral de Adicciones y Salud Mental del Distrito Metropolitano de Quito, reconoce que la ciudad, al ser capital del Ecuador, tiene una realidad particular y, con esto, problemas de salud mental específicos.
“Los cuadros que más tenemos están relacionados a ansiedad, depresión, cuadros mixtos (ansiedad y depresión) y consumo de sustancias. Si vemos integralmente estas problemáticas, corresponden a problemas económicos principalmente; es decir, las dificultades de poder acceder o tener un trabajo digno, un ingreso adecuado, son los desencadenantes para que los problemas mentales se presenten. El entender las inequidades que hay detrás de esto es nuestra misión”, explica.
Las teleconsultas en salud mental son resultado de un aprendizaje originado de la pandemia, pues existen ciertos procesos terapéuticos para malestares moderados o medios que se pueden trabajar por esa vía. La crisis energética de hace unos meses (entre abril y diciembre de 2024), afirma Analuisa, causó una deserción no voluntaria de los servicios, lo cual produjo que se ampliaran los horarios de atención de 08h00 hasta las 20h00 de lunes a viernes y los sábados de 08h00 a 18h00. Además, se sumaron 7 psicólogos clínicos a los 10 existentes.
Hasta finales del 2024, tuvieron más de 16 mil atenciones de teleconsulta. Según sus datos y registros, quienes más acceden al servicio de salud son mujeres jóvenes de 18 a 35 años, con un registro elevado de diagnósticos de ansiedad y depresión. Los perfiles correspondientes a suicidas potenciales lo componen principalmente hombres jóvenes, cabeza de hogar, desempleados, sin dinero y que no han culminado sus estudios primarios. Con la población LGBT+, los datos son verdaderamente desalentadores: apenas 20 personas han accedido a los servicios de teleconsulta.
– “¿Cómo realizan los acompañamientos con personas de la comunidad LGBT+?”
– “Todos los colegas de salud mental y los colegas de salud de los equipos están capacitados en enfoque de género y diversidad sexogenérica. Tenemos un acercamiento con tres organizaciones que trabajan en estos temas: dos asociaciones de personas trans que ejercen el trabajo sexual y una organización de la sociedad civil
que se llama Proyecto Transgénero”.
Para Pablo, independientemente de la condición sexogenérica, aún se lucha contra el estigma de acceso a servicios de salud mental. Hay problemas que nos sobrepasan emocionalmente y está bien aceptar que no podemos solucionarlo todo. Esa aceptación nos permite pedir ayuda de alguien que de alguna manera tiene más herramientas para asesorarnos. Esos problemas no se van a quitar “echándole ganas”, pues hay consecuencias a niveles biológicos y neuronales, que obedece a los trastornos de estado de ánimo.
– “¿Crees que es distinto, igual o es más complejo tratar a una persona heterosexual o a una persona que está dentro de la comunidad LGBT+?
– “Tiene sus diferencias y eso es muy lamentable. Una persona LGBT+ tiene el doble de posibilidades o de probabilidades de presentar un trastorno y, a su vez, tiene menos probabilidades de que acceda a servicios de salud mental».
– “¿Y por qué crees que se da lo último?”
– “Por el estigma. Hay varias categorías de estigma, pero la que es más compleja es la categoría de autoestigma, porque la persona se llega a creer tanto que ese es el problema, que esa creencia le impide un acceso al servicio. Si a ese autoestigma le sumas a que en el centro de salud te quedan viendo mal por tu sola condición, pues eso se agrava y no regresas más. Entonces, si hay una condición de vulnerabilidad claramente establecida, y es algo que tiene que cambiar. Creo que por donde estamos yendo, de que los colegas tengan claro que es un tema de derecho, de acceso, es una de las herramientas para que las personas de la comunidad LGBT+, cuando vayan, sientan la seguridad de que van a ser atendidos profesionalmente”.
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MoTa y CoCa, del espacio de arte libre PachaQueer, se definen a sí mismas como brujas andinas, monstruos terroristas del género, usurpadoras y cuestionadoras de la heteronormatividad. Su pilar de acción se basa en el activismo en defensa de la emancipación de las cuerpas y la libertad de los pensamientos.
Para ellas, la sociedad se está volviendo más facha –palabra de uso coloquial para designar a una persona con pensamientos fascistas– debido a cómo los discursos de odio se han intensificado. Basta recordar las regulaciones anti fackchecking y anti LGBT+ que tecnofeudalistas como Elon Musk o Mark Zuckerberg han realizado en X, Facebook e Instagram bajo la idea de “libertad de expresión”.
– “Con el paso del tiempo se han naturalizado las acciones de represión contra las existencias criminalizadas, por distintos factores, ya sea por pertenecer a la población indígena, afro, LGBT+, empobrecida. Por cualquiera de estas situaciones el Estado te estigmatiza. Y ahora pareciera que está en el derecho de agredir, de eliminarnos, de desaparecernos. Pasa en las cárceles, con Los 4 de las Malvinas y con todos los desaparecidos y asesinados por las fuerzas del Estado, y obviamente con personas trans como nosotras. El Estado controla las existencias, las cuerpas, quién debe existir y quién debe morir. Nadie debe experimentar la vida de esa forma”, me responden desde su casa a través de videollamada al preguntarles por su experiencia con el control y la represión de la sociedad.
– “¿Cómo cuidan sus mentes y sus emociones de todo lo que me mencionan?”
– “Aunque las experiencias de violencia de cierta manera nos hayan hecho más fuertes, creo que va más allá de identidades o expresión de género. Tener para el agua, la luz o el gas, estar acompañadas y quienes nos suman son parte de la fortaleza emocional. Tener contención en otras personas. El tejido social ha sido tan flagelado que justamente por eso hay tantas condiciones de salud mental generalizadas.”
– “¿Qué le recomendarían a un psicólogo, a una psicóloga o a una persona LGBT+, que está formándose a través de la psicología, para poder utilizar como estrategias y acompañar la salud mental de las personas trans?”
– “Los mecanismos e instrumentos existen. Deben realizarse articulaciones como la hecha con el Centro Ambulatorio de La Ronda (como parte de su estrategia kamikaze –es decir, ocupar espacios históricamente patriarcales y heteronormados para transformarlos radicalmente– CoCa es funcionaria municipal) y la Casa de las Diversidades, que es una casa de acogida para población trans en situación de calle. Es absurdo que estos procesos se sigan sosteniendo sin especialistas, sin trabajo social, sin psicología. Si vas a realizar procesos de acompañamiento a existencias no heterosexuales, debes dejar de articular tu pensamiento desde binarismos. Deben salir de sus zonas de confort, de las barreras mentales impuestas por la sociedad patriarcal. Es una cuestión más de voluntad que de conocimiento. Las personas no necesitan pasar por la cátedra, no necesitan tener formación en género, simplemente necesitan aprender a no juzgar y aceptar lo que la otra persona quiere ser. La salud, en todas sus áreas, debe sostenerse desde la dignificación del yo.”





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Úrsula K. Le Guin creó en sus ficciones a Gueden, un planeta que, aparte de ser sumamente frío, presenta una característica muy particular. Sus habitantes son hermafroditas que pueden transicionar entre sexos. Su asexualidad y características andróginas los unifican de tal forma que no existe ni lo masculino ni lo femenino. De esta forma, se pone en cuestión conceptos como la violencia, el género, las relaciones individuales, la no binariedad.
Si trasladamos esa idea literaria al mundo en el que vivimos –tomando en cuenta que su novela, “La mano izquierda de la oscuridad” se publicó en 1969– y donde se gestan y conviven identidades diversas y valiosas, ¿por qué seguir obsesionándonos con un dualismo que, más que acercarnos como humanos, crea elementos que condicionan nuestras vidas bajo ideas nocivas, estereotipadas y de dominación, especialmente en el campo de la salud mental?
Natasha Sandoval y Ana Paula Coronel tienen 22 años. Natasha es psicóloga general con enfoque en neurodesarrollo y clínica infantil; Ana Paula, egresada de psicología. Para ellas, la desigualdad epistémica y discursiva de la mirada cisexista en el campo de la salud mental se supera mediante una transformación estructural, profundamente arraigado en el ámbito social. Proponen tres vías para la transformación:
- Es fundamental cuestionar qué paradigmas actuales contribuyen a la vulneración de la comunidad trans. Históricamente, la psicología ha patologizado la transexualidad basándose en estudios primarios que, si bien en su momento respondían a ciertas necesidades, hoy resultan obsoletos. La psicología está estrechamente vinculada a la realidad social, por lo que teorías pasadas, incluidas aquellas con sesgos sexistas, no deberían seguir utilizándose para acompañar a la comunidad trans.
- Es necesario ampliar el conocimiento sobre la sexualidad. No basta con una maestría, un curso o una asignatura universitaria. Para intervenir en un área específica se requiere mucho más que la formación académica estándar; es imprescindible profundizar en el manejo de ciertos temas, considerando tanto la teoría como la realidad de las comunidades en las que viven los pacientes. Es decir, se necesita un enfoque estructural más allá de la simple aplicación de técnicas en terapia.
- Es crucial contar con profesionales actualizados en temas de sexualidad, identidad de
género y enfoques comunitarios.
Andrea Soria, psicóloga clínica especialista en derechos humanos y reparación integral, reconoce que las construcciones culturales que han acompañado a la comunidad LGBT+ –lamentablemente en su mayoría– son excluyentes y violentas. “Necesitas asegurar el acceso a la salud y a la salud mental de las personas trans porque tienen necesidades específicas, pero no en el sentido patologizante, sino para acompañar sus procesos” recalca.
Más allá de la patología, se necesita entender al individuo en un contexto. El estudio de género está ligado a la lucha y exigibilidad de los derechos, de visibilización de las personas de la diversidad sexo genérica. Es una lucha constante. Andrea cree que los discursos modelan nuestras ópticas sociales. Para ella, los feminismos tienen un impacto importante y significativo en el campo del género para abrir y explorar el campo de las identidades, aportando, desde su perspectiva, las siguientes ideas:
- Son esenciales leyes que te protejan y te reconozcan. Las mismas deben concretarse en políticas públicas las cuales deben estar ligadas al acceso de los servicios básicos y de primera necesidad de las personas.
- Desmedicalización de la vida. Dejar de concebir la salud mental como un problema exclusivamente farmacológico y médico buscando alternativas para que los individuos puedan sanar en relación a sus contextos.
- Dentro de la heteronorma, del sistema capitalista – eurocentrista se aceptan como verdades irrefutables las construcciones sociales tienen un papel crítico en las desigualdades y cómo estas se perpetúan.
- Hay que entender que las categorías de sexo, género, identidad de género y orientación sexual son parte de una diversidad fuera de las verdades cisexista y biomédicas.
Es necesario trabajar a la salud mental en las comunidades. Entender sus necesidades y funcionamientos. Es importante saber identificar qué es aquello que nos enferma en nuestros contextos donde nos vemos obligados a responder a un sistema de consumo dañino. Andrea asegura que los profesionales de la salud mental están llamados a acompañar las resignificaciones de las experiencias individuales para generar herramientas de enfoque interseccional.
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Sarah Carolina Flores Taipe, activista LGBT+ y excandidata a asambleísta por Pichincha, afirma que la comunidad trans tiene una vulneración más fuerte en el hecho de romper con el paradigma de la construcción social basada en la genitalidad. Para ella, históricamente en cuanto a conquista de derechos, la comunidad trans es la parte más visible. “Ser la parte visible también te hace la parte más vulnerable y la que menos derechos tiene, porque el resto de la comunidad LGBT+ tal vez tiene un pasito o dos pasitos más adelante que nosotras”, añade.
– “Lamentablemente aún nuestra sociedad es muy conservadora. Y esta sociedad muy conservadora, curuchupa (persona arraigada a la tradición conservadora católica que se opone a los cambios o innovaciones), no permite que las identidades trans se construyan libremente. La autopercepción transita toda la vida. O sea, no es que a ti te han dicho que debas ser solo hombre o mujer. Hay una construcción social, y con eso todavía seguimos luchando. Por ejemplo, lo que ocurre en EEUU con Donald Trump, es un ataque muy frontal a las luchas feministas y causa que la comunidad trans tenga aún más retos”.
– “¿Y cómo percibes todo eso en cuanto a tu salud mental?”
– “La salud mental para nosotros como comunidad LGBT, como población sexodiversa, es preocupante en cuanto a tasa de suicidios, por ejemplo. Es una tasa bastante alta porque en ocasiones cuando una persona se identifica como gay y le dice a los papás y los rechazan, siente un abandono total. Hay mujeres trans que también pasan por eso
y se suman varios factores extra, por ejemplo, cuando se utilizan biopolímeros y esto genera ciertos daños en su piel con los que pierden sus senos o sufren de deformaciones en sus piernas o donde se inyectaron los biopolímeros. Todo eso va desgastando tu salud mental».
– “¿De qué otras formas has visto o experimentado ese desgaste mental, particularmente en mujeres trans?”
– “A causa de la discriminación desde edades tempranas, tanto en la casa y posteriormente saliendo a la calle, ¿qué más van a hacer? Si no terminan ni la escuela ni el colegio, tienen que ganar algo de dinero para sobrevivir. Nos estigmatizan en el salón de belleza, nos estigmatizan en el trabajo sexual. Ahora últimamente veo muchas chicas que están haciendo trabajos de cocina. El trabajo sexual viene a ser la principal fuente de ingresos de muchas. Por eso actualmente acá en el Ecuador tenemos el Sindicato de Trabajadoras Trans de Quito así como la Asociación de Trabajadoras Sexuales Trans para fortalecer los derechos y que se reconozca al trabajo sexual como trabajo. La inclusión laboral trans también es tema de salud mental”.
– “¿Qué experiencias has tenido en cuanto al impacto de salud mental personal?”
– “Mi familia ha sido un eje fundamental en todo lo que he podido hacer. No me dejaron sola. Cuando decidí salir a la visibilidad y todo eso, mi mamá fue la primera en apoyarme. Si bien es cierto, sufrió ella primero discriminación, porque a la larga la familia también transiciona. Ella también tiene que aprender a transicionar. Mi hermana también aprendió a transicionar. Entonces mi familia comenzó a transicionar. A ellos también de cierta manera les afecta. Ellos también como familia de una persona trans también a veces tienen eso de decir por qué te hacen esto, por qué te dicen esto, porque ellos también tienen un desgaste psicológico, no es tan fácil para ellos desde un principio”.
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Tres espíritus serán –a la manera del Orlando de Virginia Woolf– los que trans-formen nuestra visión existencial, vistos desde Judith Butler: el valor crítico de la diferencia, el cuestionamiento de los términos y prácticas que restringen la vida y el acompañamiento de la creación de condiciones más incluyentes que protejan y den cobijo a formas no normativas de habitar el género para maximizar las posibilidades de una vida habitable para de esta manera minimizar las posibilidades de una vida insoportable.
La libertad sexual y de género no puede ser distribuida de forma supuestamente más equitativa por mecanismos que maximicen las violencias y que de manera silenciosa todavía continúen oprimiendo la existencia con determinadas instituciones que gestionan “la verdad”. Ocupamos lugares diferentes en una compleja red de relaciones de poder, por lo que debemos dejar de suponer para empezar a experimentar.
Hay que desechar la normalización, especialmente en el campo de la salud mental, que nos hace creer que todas las personas tenemos las mismas necesidades e inclusive construimos nuestras vidas bajo una narrativa única. Somos un archivo político viviente que transiciona fronteras existenciales en todas sus infinitas variaciones. La interseccionalidad –expresión de un sistema complejo de mecanismos y estructuras de opresión– nos permite entender las dificultades de llevar a cabo determinadas políticas públicas en el campo social, pero no por ello imposibles de conseguir.
Nuestra vida, show biopolítico, es una ficción que se construye colectivamente y que muta entre epistemologías. Desestabilizar “la verdad” y sus representaciones nos guiará en el camino de encontrar y proponer nuevas formas de sensibilidad y afecto. Nuestra felicidad dependerá de cómo nos juguemos la vida en lo político y cómo la escribamos.
Por Sebastián Vera