Por siempre y para siempre: solo nos queda Barcelona
“¡Salve! ¡Salve! Barcelona
Ídolo del Ecuador
Has nacido de tu Pueblo
Y estás en su corazón”.
En mi primer viaje para conocer a mi familia guayaca –historia bautismal que conoce de corazón mi querido tío azul (porque es hincha de Emelec) y la cual cuento yo ahora a falta de recuerdos de la niñez– mi tío Freddy y mis primos me presentaron una camiseta amarilla, de escudo catalán, del más veces campeón del Ecuador, del de las hazañas históricas y del estadio más hermoso del país, del de la hinchada más numerosa, del más popular, del sentimiento de barrio y peloteo en esquinas y calles polvorientas, del poema infinito al Superbacán, del representante más internacional con corazón de Pueblo: BARCELONA SPORTING CLUB.
En ese momento no lo sabía, pero tendría que esperar a mi graduación del colegio en 2012 para poder ver, por primera vez en mi vida, al Ídolo como campeón del fútbol nacional.
A Barcelona Sporting Club le debo las contradicciones (y frustraciones) de mi vida. Ser hincha de un equipo con presidencias burguesas nefastas, héroes y heroínas de potrero que jamás podría ver sentados en una misma mesa sino por el poder del marketing y del dinero, me parece monstruoso y humano, penoso y rescatable, desventura propia de los esfuerzos idílicos donde tanto canallas como virtuosos pueden compartir el pan como hermanos, aunque algunos les toque el recién horneado y a otros el duro. Si hay algo que conecta directamente a los Toreros con el Ecuador es su reflejo político, económico y social en los gajes del equipo. Por eso y más, Barcelona es Ecuador.
Le negaría el saludo a Abdalá Bucaram por ser uno de los representantes más chabacanos y nefastos del club; al mismo tiempo, le invitaría una cerveza escuchando a Los Iracundos para que en su tristeza enriquecida por la estupidez, confesase que su maldad no es más que el resentimiento a una figura mística de la que él explotó, abusó y sometió en sus bailes circenses, y que en su presidencia del club al decir que era “igual de importante que la Presidencia de la República” acepte finalmente su egoísmo, su ignorancia. A Alfaro, Cevallos, Romero Carbo, Roggiero y Álvarez, les pediría que analicen la posibilidad de retirar a el retrato de Bucaram del museo.
Cuando muera me gustaría hablar con Carlos Muñoz Martínez. Quisiera que el ariete me explicara por qué la trinidad quiso arrebatarlo de esta vida con tres goles luego de darle al club una casi improbable clasificación a Copa Libertadores. Quizás en el limbo pueda conocer a Carlos Luis Morales y ya no hablar de su infierno político sino de cómo contener las respiraciones, las puteadas, el gozo, la euforia, arrodillado frente al destino que después detendría su corazón misteriosamente. A Sigifredo Chuchuca le preguntaría por qué el equipo pesó más que su fiesta de nupcias; al Capitán Montalván le pediría algunas técnicas de palabra para tener su convencimiento, además de mantras para superar cualquier dificultad con garra.
Que en la eternidad pueda pelotear junto a ‘Pajarito’ Cantos, Luciano Macías, ‘El Maestro’ Lecaro, Spencer.
Ojalá tenga la oportunidad de conversar con Damián “Kitu” Díaz para preguntarle si el 10 de la camiseta canaria es o fue la gracia y la tortura más bellas de su historia, el peso más insoportable, pues aún en mi memoria adolescente, en esa religión llamada fútbol, el Kitu fue profeta del fin de los tiempos, del fracaso de los ídolos, de su humanidad en la derrota, de la transformación en el camino hacia la nada, que nos une inevitablemente. Que Ephanor y ´El Chanfle´ Muñoz me perdonen por esta afrenta. Ojalá también pudiera hablar con Gavica, Asencio, Montanero, ‘El Poeta’ Insúa, ‘El Matador’ Uquillas, ‘El Pony’ Oyola…tanto ídolo del Ídolo del que todos los amarillos conocemos su peso en la historia del club, sin olvidar a figuras como la Profe Wendy Villón, Maleike Pacheco o Madelen Riera, que en una Copa Chubb me permitieron ver triunfar al ala femenina del club canario, también, por primera vez en mi vida.
Que antes de que se me acabe la existencia, pueda visitar el Monumental para corear barras junto a la gente que hace del equipo la pasión futbolera más significativa del país y de las más incidentes del continente; que pueda gritar por la Av. Barcelona que siempre serás amo y soberano ecuatoriano; que tu historia crezca y se engrandezca en hazañas para orgullo y felicidad del pueblo barcelonista; que jamás olvides a los tuyos en los barrios más refundidos del país porque solo en tu pasión confían después de Dios. Que jamás olvides que eres equipo de trabajadores. No por nada tu aniversario se da en una fecha importante en la que se conquistaron derechos que hoy nos quieren arrebatar enemigos de la dignidad y la paz. Que el aire siempre nos sepa a caramelo, recordándonos que siempre seremos parte de “La Gallada de La Modelo” que te vio nacer en el Astillero.
Por 100 años más.
Por siempre y para siempre: solo nos queda Barcelona.
Solo nos queda Barcelona.
Por Sebastián Vera