Futuro sin esperanza y esperanza si futuro
¿Qué puede esperarse de un país donde los niños están sujetos a la explotación de las mafias criminales, el rechazo de la sociedad y la inoperancia del Estado? La frase, convertida en cliché, “los niños son la esperanza del futuro«, ha perdido prácticamente todo su valor en Ecuador.
La migración parece ser la salida más honesta. Miles de familias completas han abandonado el país entre 2021 y 2024. La pandemia, que atemorizó al mundo, cedió, pero dejó un país yermo de oportunidades y de sueños. La opción es simple, arriesgar la vida en el Darién, entregarse a los coyoteros (cada vez más eficientes y profesionales), esquivar a los cárteles mexicanos y a las fuerzas de control migratorio entre México y Estados Unidos. Todo eso para volver a una vida de carencias, pero en un país donde, al menos los niños no corren el riesgo de ser reclutados en esos zoológicos mafiosos que son los grupos de delincuencia organizada de Ecuador.
El panorama es triste. Las estaciones de metro de Nueva York tienen a madres y niños vendiendo dulces, igual que se veía en la Marín o el Terminal Terrestre de Guayaquil. Los hombres esperan ansiosos alguna oportunidad en la construcción; de hecho, su conocimiento práctico en Ecuador, les abre la puerta frente a su competencias. Sin embargo, en muchas ocasiones no hay proyectos y tienen que esperar semanas sin ingresos. Para colmo, a pesar de haber huido de la explotación ecuatoriana, ahora se enfrentan a la explotación de patrones que amenazan con no pagarles, denunciarlos o deportarlos.
Ecuador afianza así su legado como un pueblo seminómada. Las ricas tierras andinas, las frondosas selvas de la Amazonía, los fecundos mares que bañan a las costas, y las maravillas inigualables de las Galápagos han sido insuficientes para garantizarle una vida digna a miles de ecuatorianos que ya no ven esperanza en sus tierras. Los actores políticos y las élites que tienen la capacidad de sacar provecho de las riquezas de la patria y administrarlas en beneficio de todos han preferido saciar sus inagotables apetitos y egos.
No se ve ni una sola figura dispuesta a dar un cambio real. La esperanza de cambio no tiene futuro, pues es poco realista imaginar un escenario de reversión hacia la ilusión de una nación integrada y capaz de ser una “isla de paz”. Los niños desaparecen a manos de cobardes y los que logran crecer, lo hacen con pocos motivos para admirar su patria.
Bernardo Gortaire Morejón
@B_Gortaire_M