julio 8, 2024
Dani MoraOpiniónPortada

La necesidad de cuestionar

En Ecuador, no hay tiempos como los electorales. El desbordamiento de las pasiones generadas por ciertas figuras políticas nos desnuda a los electores y deja en evidencia nuestros puntos flacos: la memoria corta y la credulidad.

No es un gran descubrimiento que seamos propensos a dejarnos deslumbrar con luces de colores y propuestas en extremo populistas que, dicho sea de paso, no se lanzan al azar.

Que si ‘vamos a salvar al país en 100 minutos’, que si ‘pan, techo y empleo’, que si ‘la mano dura’. Las propuestas más memorables de nuestra historia política tienen siempre la misma fórmula: la desesperación de la gente y el narcisismo de los candidatos.

Pensemos un momento en que estamos construyendo una casa ¿por dónde se empieza? Quiero apostar a que nadie pensó en los acabados de lujo o el techo, pero en política no siempre pasa. Muchas veces nos encontramos con propuestas que apuestan por cambios mágicos en poco tiempo o regalos que solventan necesidades emergentes de muy poca gente y que en su mayoría se hacen para la foto. Ya tuvimos a quien regaló juguetes y colchones y así vivimos, en una época de torrenciales lluvias con una casa a medio terminar, derrocando lo que ya se hizo porque conseguimos un nuevo arquitecto.

Hoy, estamos frente a un gobierno de transición que una vez más presenta promesas de salvar a la patria con dedos señalando en todas las direcciones y tildando de enemigos a aquellos que se tienen la osadía de señalar las debilidades de las propuestas, convirtiendo a los partidos y movimientos en cultos.

“No es momento de señalar”, “ahora hay que arrimar el hombro” Sí, a medias. Claro que a todos nos corresponde parte de la responsabilidad de sacar esto adelante, pero eso no significa volvernos ciegos, sordos y mudos. Es un error creer que los ciudadanos afines a ciertas ideas sobre el desarrollo social debamos actuar como groupies de los líderes políticos, considerando que las propuestas que se presentan en campaña no nacen de la noche a la mañana y que el quehacer del político no se construye en el periodo desde la inscripción hasta la elección (o al menos eso se supone).

El político que aspira llegar al poder no puede volverse enemigo de quien tiene el poder de ubicarlo en el poder. Es un error garrafal. La campaña es ese espacio de lectura y cuestionamiento, el momento preciso antes de que sea demasiado tarde y la visión personal de quien llega a Carondelet se convierta en política pública y de gobierno; y por supuesto, es de esperar que los cuestionamientos más fuertes salgan de las personas afines porque la pretensión es justamente tener el mejor gobierno que sea posible (habiendo entendido lo anterior).

Frases como “no voy a cambiar de opinión” o “por los derechos podemos pelear después”, les hacen un flaco favor a los discursos. No se gobierna para un grupo de amigos ni inventando el agua tibia. La política exige coherencia, posturas claras, equipos fuertes, apertura y solvencia para abrazar la necesidad de avanzar en la consecución de derechos porque es la única fórmula exitosa para combatir los problemas estructurales que nos aquejan.

Así que, este es un llamado a cuestionar y ser muy críticos con quienes se presentan ante nosotros aspirando el poder, recuerden que no todo lo que brilla es oro.

 

Por: Dani Mora – @DaniMSantacruz

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