noviembre 21, 2024
Andrea PalmaOpinión

¿Conciencia ambiental? Muy progre de tu parte

La conciencia ambiental es aquella capacidad que adquirimos los seres humanos cuando de proteger el medio ambiente se trata. Hablamos de un conjunto de prácticas y conocimientos que nos permiten valorar la preciosidad de los recursos naturales, la importancia de los ecosistemas y todas las cadenas de vida que se conservan en ellos.

Pero en el plano de la realidad, existen diversas posturas sobre esta materia. Algunos consideran que el movimiento verde es una filosofía de vida. Otros creen que se trata de una actitud marxista. Otros están convencidos de que el planeta es indestructible, dicen que el calentamiento global es un invento. También están los que consideramos que proteger el medio ambiente es una cuestión de lógica elemental, nos preocupa el daño provocado hasta el momento y sostenemos que una postura en defensa de la naturaleza es impostergable.

En Ecuador, los desafíos ambientales son incontables, nuestras áreas naturales requieren de una inversión importante y la extracción de combustibles fósiles representa un riesgo devastador para las comunidades, así como para la fauna y flora.

En el primer trimestre del 2024, se estima que un tercio de toda nuestra población estará expuesta a inundaciones producto de un recrudecido fenómeno de El Niño. Por otro lado, la pesca incidental sigue sin ser regulada por las autoridades, ni siquiera por el riesgo que esto significa para las Islas Galápagos.

A esto se suma la urgencia de conservar el Chocó Andino y el Parque Nacional Yasuní, dos áreas en constante disputa por la minería y la explotación petrolera respectivamente, no obstante los resultados de una consulta popular en la que los ecuatorianos votamos para proteger estos sectores a toda costa.

Ciertamente, entre sobrevivir a la crisis económica y a la ola de violencia que azota al Ecuador, se podría pensar que todos los demás problemas que nos atraviesan son menos importantes y así hemos postergado temas como el reciclaje y el correcto manejo de los desechos por décadas mientras en Alemania es una práctica diaria separar el vidrio por colores o en Noruega se convierten 300 mil toneladas de basura en energía limpia.

Curiosamente, cuando he planteado estas discusiones en mis redes sociales, algunas personas se sienten incómodas, responden cosas como: «Ecuador no es Alemania ni Noruega, no se puede comparar», como si fuésemos extrañas criaturas con complejo de inferioridad y brazos cortos cual Tiranosaurio Rex, incapaces de separar nuestra basura. O respuestas como: «es imposible reciclar porque no tenemos la infraestructura», etc. Algo tan simple como pedir que se evite usar fundas de plástico en el supermercado implica que te manden a vivir a una cueva sin ropa ni zapatos.

Yo pensaba que cualquier testigo de la basura que contamina y decora nuestras calles, entendería la urgencia de un plan nacional de manejo de residuos. Para sorpresa mía, encuentro siempre detractores prestos a disparar un «ándate a Alemania si tanto te gusta» o el clásico «tenías que ser progre».

Es decir, algo que en principio parece una cuestión justa y necesaria, es para un puñado de personas, motivo de disgusto. Como si todos esos tiburones asesinados por el pecado de tener aletas merecen seguir extinguiéndose porque defenderlos es «muy comunista» y en este extraño universo, «comunismo» es sinónimo de «progresismo», esto a su vez es sinónimo de «ecologismo» y luego esto es sinónimo de «innecesario».

¿Tienen que seguir sufriendo todos los ecosistemas producto de nuestros brutales hábitos de consumo y para colmo por nuestras diferencias ideológicas? Creo que tardaré años en entender a estos detractores de lo evidente. Y es que la conciencia ambiental puede ser cualquier cosa que se nos ocurra, pero reducirla siempre a una cuestión «muy progre» resulta lo menos sensato.

Por Andrea Palma – @andreapalmaec

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