noviembre 22, 2024
Dani MoraOpinión

La soledad

Ayer paseaba lejos de casa. Hice una caminata larga y lenta con intenciones de saber si es cierto aquello de que si quieres saber dónde está tu corazón, hay que saber con qué se distrae tu mente. A lo largo del río, las parejas también caminaban con la lentitud propia del amor que pretende que los instantes se vuelvan eternos y yo, detrás, mirando.

El amor nos pone en riesgo, dice Diego Ruzzarín. Yo diría que el amor limita el espacio de nuestro egoísmo. Nos obliga a salir de nosotros, a entender lenguajes ajenos, formas de afecto y puntos de vista. De pronto, ya no estamos hablando del amor como concepto metafísico, poético y etéreo. El amor se convierte en la persona que camina sujeta de tu mano. Un ser maravilloso, pero también complejo, contradictorio, con manías, puntos de vista, inseguridades; quizá desordenado, caprichoso y también egoísta. Y frente a eso, dejar los espacios de holgura y comodidad no es sencillo.

“¿Quieres estar sola?”, me preguntaba una amiga hace poco. No, no sé si alguien en realidad escoge la soledad o solo nos habituamos a ella. No creo en la célebre frase de “mejor sola que mal acompañada”, porque tengo claro que no quiero escoger desde la carencia, desde la urgencia o desde el dolor que son los lugares de donde salen por lo general aquellas “malas” compañías.

Me gusta la idea del amor como la posibilidad de vivir despacio, sin que el compartir se sienta como limitar, haciéndonos la vida más llevadera, aceptando las complejidades que hacen parte de la naturaleza humana y donde las ausencias no se sienten como fracasos ni el amor como violencias.

Y lo maravilloso es que las posibilidades de que suceda no están limitadas por los años, ni siquiera por el peso de los daños, si aprendemos a transitar y soltar el dolor.

Y mientras eso pasa, habitar la soledad y el silencio en paz; disfrutar el frío del otro lado de la cama. Darnos espacio para saber qué hay dentro de nosotros cuando estamos solos o cuando somos invisibles para el mundo de los enamorados.

Al final, descubrí a mi mente divagando entre los recuerdos de quienes algún día amé…

 

Por Dani Mora

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