julio 5, 2024
ActualidadAndrea PalmaOpiniónPortada

¿Por qué perdió el correísmo? Crónica de una derrota anunciada

¿A quién se le ocurre desalojar a una madre de familia con niñas pequeñas, cuando intentaba vender pasteles en la recta final de una segunda vuelta electoral?

¿A quién se le ocurre amenazar con reemplazar por máquinas a los cuidadores de vehículos en la capital, mientras se esfuerzan en presentarse como la alternativa a la derecha neoliberal?

¿Quiere saber por qué perdió el correísmo frente a un candidato tan básico como Daniel Noboa?

Lo invito a dar un breve paseo en esta máquina del tiempo para analizar algunas razones de esta nueva derrota que debería obligar a este grupo a replantearse seriamente sus procesos internos de toma de decisiones. Empecemos:

1. Un fino margen de diferencia en Guayas pese a tener la Prefectura y la Alcaldía de Guayaquil. En febrero del 2023, la Revolución Ciudadana se quedó con la mayoría de alcaldías en Guayas, incluyendo la Joya de la Corona: Guayaquil y por si no bastase, también ganaron la Prefectura.

Apenas ocho meses después, en esa provincia, que tiene el mayor número de votantes, Luisa González gana con pocos puntos de diferencia, con todo y sus alcaldes, fiestas y bailes.

La ciudadanía tiene serias dudas sobre un alcalde en cuya administración se ha producido un fenómeno que no pueden esconder ni negar: la tasa de homicidios en los últimos cuatro meses se disparó en más de 50 puntos, un auténtico récord mundial. La respuesta de Alvarez es que Segura EP ha logrado disminuir los robos, que controlan toda la ciudad, pero esto no se lo creen ni ellos mismos. Prometió, ofreció y juró que tenía un Plan de Política Criminal. Nada de esto se ve en la cotidianidad y no existe un solo negocio, un solo local comercial en Guayaquil que no pague vacuna. Expertos en la materia advierten que se viene una epidemia de fentanilo, que la ola de violencias no va a reducirse si no se toman medidas urgentes. Alvarez ha preferido encargarle una misión tan complicada a sus mejores amigos y las cosas no van muy bien.

El correísmo estaba convencido de que, en Guayas, sacaría una ventaja enorme que, sumada al apoyo cautivo que tienen en Manabí, les bastaría para poner a Luisa González en Carondelet. Alvarez y Marcela Aguiñaga, prefecta del Guayas, deben pisar tierra firme y seguramente estarán reflexionando, recordemos que sus victorias no se obtuvieron porque sean idolatrados por las masas, sino porque enfrentaron a candidatas absolutamente precarias, gravemente afectadas por las investigaciones de la periodista Blanca Moncada y esencialmente porque tuvieron el respaldo clave de grupos sociales que venían luchando contra la derecha durante décadas y soportando todo tipo de agresiones, mientras los otros estaban dedicados a diversas actividades, menos peligrosas, por supuesto.

Todavía no se sentaba en el sillón de Olmedo y ya Alvarez había olvidado a quienes realmente lo ayudaron a vencer. No contento con eso, entró en abierta pugna con estos sectores/colectivos que hasta prefirieron guardar absoluto silencio en esta elección antes que llamar a votar por González. En la praxis, la Revolución Ciudadana no tuvo votación clave en barrios como La Ladrillera, Guasmos, Monte Sinaí, Prosperina, La Cuba donde el alcalde apenas puede entrar.

El desalojo de Los Ceibos a la vendedora de pasteles Dayana Sánchez recibió el repudio masivo de la ciudadanía. Le recordó a la gente la triste etapa de los socialcristianos en el poder. Desesperados, los correístas intentaron apagar el fuego haciendo una fiesta en La entrada de la 8 -donde tienen bases prestadas-, pero ya era muy tarde. Los resultados están a la vista. Un margen insuficiente que se proyecta para el 2027, año en el que con toda seguridad, el pacto RC-PSC intentará la reelección con Alvarez como su candidato estrella.

En suma, a la RC le hizo mucho daño ganar tantas alcaldías en febrero. No cumplieron acuerdos mínimos, no cumplen la promesa de trabajar con seriedad frente al fenómeno de la inseguridad y despreciaron a aliados clave, con verdadero impacto electoral, que esta vez, simple y sencillamente se limitaron a verlos caer.

2.Perdieron en Pichincha. Los correístas sabían que perderían en Pichincha, pero nunca imaginaron que la diferencia sería 60-40.

En la Sierra, en los últimos años, le va muy mal a la RC. Ahí, el electorado es distinto. Diversas razones influyen en este fenómeno que exceden ampliamente los márgenes de este artículo. Pabel Muñoz ganó la Alcaldía de Quito con las justas, no goza de mayor respaldo en el Sur y tampoco sabe qué hacer con el tema de la inseguridad que tanto afecta a los capitalinos. Su plan de acción en materia de seguridad se reduce a pintar UPCs. En el colmo, le dio por querer montar parquímetros en plena segunda vuelta electoral sin advertir que esto significa: grandes ingresos para empresarios privados y total desamparo a decenas de familias pobres, lo que a la larga constituye otro factor disparador de las violencias.

3.Se niegan a reconocer que NO pueden ganar solos. El correísmo insiste en ganar sin hacer alianzas, en cerrar los ojos ante una realidad: tienen un electorado cautivo que hace años no crece y con esa votación pueden garantizar una presencia interesante en el legislativo, pero no les alcanza para volver a Carondelet. Para ellos, todo aquel que no se arrodille ante sus máximos líderes es un sujeto que no merece reconocimiento alguno. El trauma de lo que les hizo Moreno sigue causando estragos. No crearon una mesa de diálogo nacional con sectores afines, jamás han reconocido ningún exceso en sus años de gobierno absoluto. Pierden porque son incapaces de entender la necesidad de construir una gran agenda de diálogo nacional.

3.No pegan en los más jóvenes. Luisa Gonzalez estaba a favor de explotar lo que queda del Yasuní en total falta de sintonía con un electorado muy sensible al tema medioambiental. Su postura en causas controversiales era más cercana al Opus Dei que a las posturas del feminismo que milita por el fin de la dictadura del cuerpo de la mujer.

El correísmo equivocó su campaña de marketing. Creyeron que poner tuiteros a declararse borregos era una gran idea y lejos de proyectar un mensaje positivo en los más jóvenes, los divorció todavía más de esta tienda política. Poco o nada se dijo en campaña sobre el tema del agua y los grandes intereses mineros, sobre la apertura real de las universidades, sobre incentivos para el primer trabajo, sobre deserción escolar. La fórmula -patentada por Yaku Pérez- de hacer el ridículo en Tik Tok les generó, sin duda, muchas caritas riendo, pero en las actas electorales les sumó muy pocos votos en una franja etaria en la que sus candidatos acartonados y simplones no pegan, hace rato.

Otro habría sido el cantar si para empezar armaban un binomio con un/a vicepresidente/a de otras filas. Nunca ofrecieron públicamente instalar una gran mesa de diálogo popular con actores como Iza, Yunda, Petersen, María Agusta Hermida y tantos otros actores sociales y personajes con votación dónde ellos no llegan ni van a llegar fácilmente.

El correísmo no entiende que la política no es el culto a la personalidad de nadie sino el arte de llegar a acuerdos en la gestión del conflicto social.

Han preferido mantener un largo concubinato con Nebot y los sectores más retardatarios del PSC. Incapaces de comprender que la gente se da cuenta de todo, siguen siendo arrastrados hacia el abismo por pactos secretos con grupos de poder que significan todo lo opuesto a lo que tanto dicen combatir. Por eso, seguirán perdiendo, con el que sea, incluso con un muñeco de cartón. Sus rivales saben que se trata solo de ver quién avanza al ballotage contra ellos, allí, 30 nunca será más que aquel universo de 70 que siempre está dispuesto a votar por quien sea, mientras no tenga que ver con el correísmo. Superar su propio tope depende de ellos. O entienden que deben democratizar su caduca estructura vertical o se convertirán en la nueva fuerza de los pobres. El panorama para ellos es más desolador de lo que creen. Si vuelven a fracasar en 2025, perderán las alcaldías más importantes un poco después y las prefecturas también. Es decir, se enfrentan a interpretar correctamente sus errores o a disolver su empresa y que cada uno se vaya con sus acciones en picada.

Por Andrea Palma

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